miércoles, 8 de septiembre de 2010

El implacable poder de Murphy

Esta mañana desperté lo más temprano que pude. Desafortunadamente todos los esfuerzos fueron en vano ya que el tráfico de esta amada urbe hizo que mi recorrido a la oficina fuera de una hora con 50 minutos cuando normalmente únicamente hago 40.
En el trayecto recibí la llamada de una amiga, de la cual me distancié hace un par de meses ya que ella en su genuina preocupación por mí, me dijo un par de cosas que no me gustaron y yo reaccioné diciendole que a partir de ese día simplemente ese tema estaba vetado entre nosotras.
De ahí en adelante un par de malentendidos sumados a la poca paciencia que la convalecencia de mi trastorno hormonal me generó, me dieron todo el poder de decidir no hacer nada para aclarar nada.
Así que durante dos meses, ni nos llamamos, ni nos escribimos, y yo levemente me enteré de sus problemas laborales vía facebook.
Así que hoy, justo a las 9 de la mañana, cuando mi semana es caótica y me encontraba atrapada en el tráfico, ella llamó para que platiquemos mañana antes de que ella se vaya a España con el novio con el que ya lleva un año.
Colgamos.
Mientras seguía atrapada en el tráfico me dió muucho gusto por ella. Pero confieso que sentí envidia porque tiene ya un largo rato que a mi no me pasan esas cosas padres cursirománticasmelosas que son dignas de compartir por teléfono con una amiga mientras estamos atrapadas en el tráfico.
Llegué al estacionamiento. Me bajé del coche y me percaté de que el cierre de mi pantalón estaba abierto. Por tratar de subirlo discretamente, atoré mi tacón de 10 cms. en un hueco de la maravillosamente pavimentada banqueta y me doblé el pié.
Así que crucé la calle, intentando disimular con mi bolsa el asunto del cierre, dando brinquitos por el doblón de pié y contestando el teléfono en el que ya habían 2 mil doscientos pendientes y mientras trataba de subirme al elevador, justo atrás de mi un cristiano venía respirandome en la nuca y al quitarme se quedó ahí parado, viendome como si yo fuera pollo en vitrina de rosticería. Era obvio que para esa hora mi paciencia en general estaba siendo un reto de concurso para Murphy.
Obvio perdí el elevador y tuve que esperar otro, para llegar y toparme con otra tonelada de papeles, llamadas, y 3 asuntos de suma importancia qué resolver antes de las 12 del día.
Si yo pensé que agosto fué un mes difícil; jamás me imaginé las sopresas que tendría Murphy guardadas para mí para el bicentenario. (porque además hoy me mandaron el mapita en el que me avisan qué tendré que teletransportarme de mi casa a mi oficina porque cerrarán todos los accesos)
Será que tenga paciencia para lo que sigue? No lo se. Por el momento me duele el tobillo derecho, me quité los zapatos, tengo que hacer un boletín que se le acaba de ocurrir a mi jefe. Mañana hay una reunión a la que si le tengo muucho miedo, pero hoy tengo terapia. Eso, si el tráfico y mis pendientes me permiten llegar a tiempo.
Gracias Murphy, eres un ángel.

(Chelle, BTW, feliz cumple!!!! tecueme a lot!)

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