¿Cuánto tiempo puede durar el buen humor de una persona en el transcurso de un mal día? ¿Tú lo sabes?.
Bueno, normalmente tu sabes todo. O casi todo; o muchas cosas. O sobre todo esas cosas que yo no sé, porque según tú llevas de malas días, meses, años... al parecer toda tu vida.
Yo recuerdo haber estado de malas muchas veces, mucho tiempo, quizá desde pequeña y por caprichosa. Pero en los últimos años casi todos mis enojos tienen que ver contigo. Y cada día crecen al punto de ser insoportables.
Así como el enojo de este momento.
Ay! Qué ganas tengo de ahorcarte ahora mismo con mis propias manos. Con las dos. acercarme lentamente a tu cuello y aflojar cariñosamente la corbata casí en un acto de seducción, liberar el nudo, no totalmente; si no lo suficiente para desabotonar el cuello de la camisa. Acercarme lentamente y recorrerte con los labios hasta quedar justo detrás de tí. En esa zona blanca como papel tapizada con chispas color canela. Ahí donde nace el cabello formando un terciopelo fino que al tacto te eriza, me eriza; y ahí, en medio de suspiros cercanos a sutiles jadeos, comenzaría a usar las manos .
Con la yema de los dedos recorrería lentamente tu piel, la parte posterior de las orejas. En un movimiento sutil y programado cual masaje relajante. Tuyo, mío, nuestro. Y con esa nostredad estiraría mis dedos, como midiendo; hasta que mis índices y pulgares se rozaran a los extremos y comenzaría aplicar cada vez; con cierta calma aparente; un poco de fuerza, más y más. Transformando los recuerdos dolorosos, frustrantes inciertos y desesperados en mucha fuerza de despecho. Así lo haría hasta desesperarte. Apretaría con toda mi furia y mi capricho hasta sentir la hinchazón de tus venos y la fuerza de tus manos intentando liberarte.
Justo ahí sería cuando me pondría frente de tí. Con una cínica, dolorosa pero al mismo tiempo tierna sonrisa. Quizá con la más dulce de mis miradas te diría: "pasa algo mi vida"? Pero disfrutaría lentamente el cambio del tono de tu piel. El contorno de cada una de las venas de la frente, la agitación de las aletas de la nariz; y sobre todo, con mucho más gusto y con una curiosidad casi de experimiento de primaria la definición de las venas de los ojos, que poco a poco se tiñen de un rojo tan vivo, y tan llamativo que me gustaría recordarlo para elegir el tono de un vestido.
Así... hasta que dejes de respirar. Hasta que te venzan las rodillas y quedes arrodillado ante mi, con jadeos, lágrimas y suspiros finales. Similares a mis ruegos. Pero en esta ocasión en un sometimiento final. El tuyo.
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