(Enero 27, 2012)
Siempre quise hacerme algo así como un cambio radical. Creo que en la secundaria soñaba con raparme el pelo. Tiempo después caí en cuenta que mi vanidad era superior a mi impulso por ser diferente y que quizá mi cabeza no era lo suficientemente perfecta como para manejar el look rapado con la dignidad que se requiere.
Creo que ahí comenzó la vaga idea que recorrió mi mente durante años de volverme pelirroja.
Si, como en casi todas las experiencias de vida que he tenido; la opinión de mi papá siempre ha sido de gran influencia, y por una razón conocida, él siempre dijo: puedes hacer con tu cabeza lo que quieras menos pintarla de rojo.
El tiempo pasó y gracias a la herencia materna y a las irremediables y rebeldes canas que afloran a una velocidad de récord he pasado por toda una paleta de colores con tal de evitar esos destellos plateados que cada día brillan con más intensidad recordándome, el inminente paso del tiempo.
Así que bueno, fui castaña, castaña oscura, intenté disimular el tono plateado con luces doradas, evité el rubio por obvias razones de tono de piel pero jamás de los jamases me atreví a solicitar un rojo.
Tiene más de dos semanas que he rondado todos los pasillos del supermercado viendo las cajas con tonos fresa, mandarina, rojo pasión, cobrizo intenso y toda la gama de nombres ridículos que se le ponen a las cajas de tinte.
No podía decidirme. Pero quería hacerlo.
Hoy por azares del destino, mi mañana me llevó a recoger unos documentos a un "salón de belleza" en la zona rosa.
Y ahí estaba yo. Delante de una pared de espejos. Con un hombrecito que ofrecía con una fluidez de experto un catálogo de tonos rojizos que podía aplicar en mi cabello para hacerlo (y hacerme) lucir no sólo distinta, sino casi perfecta.
Con la seguridad de un verdadero maestro, ese pequeño hombrecillo que no puede tener más de 24 años logró marearme con una verborrea de ideas para mi cabello y logró convencerme de que él era un artista y lograría hacer con mis puntas muertas una verdadera obra de arte.
Fue así que a la una de la tarde me sentó en su silla de acrílico fosforecente y comenzó con algo que él llamó "extracción de color" (procedimiento que costó casi la mitad del precio total de su "obra de arte"). Untó una crema en la mitad de mi cabello. Si; en la mitad, solo de los medios a las puntas y me dejó ahí el tiempo suficiente para que yo me pusiera al "día" con los chismes de las típicas revistas que son literatura básica en esos lugares.
Después de lavarme la cabeza y secarla; (en donde pude recordar el tono original de mi cabello), preparó una mezcla con un tono rojo eléctrico que aplicó por mechones mientras llenaba mi cabeza con papel estaño; tanto que seguramente con un poco de electricidad hubiese logrado hacerme una lobotomía.
Después tomó otro tono de rojo.... lo aplicó en los mechones libres mientras me contaba todas las historias de las "damas" de la Zona Rosa a las que les pone hasta 400 extensiones con "microchip" en la cabeza, que lo contratan en la madrugada para cambios de look entre baile y baile y; quizá al notar mi miedo de quedar literalmente con look de "teibolera"; cambió radicalmente el tema para hacerme sentir segura de que mi cabeza no se vería "vulgar".
Después de muuuchas horas, dos latas de coca light, los chismes de todos los "niños/niñas" que trabajaban en el lugar llegó el último lavado. El momento cumbre.
De espaldas al espejo, secó el cabello. Por momentos podía ver alegría en su rostro. Por otros momentos miedo que intentaba cubrir con seguridad.
Después de la secadora, tomo un tubo para hacer rizos; ya, para ese momento yo sentía que saldría de ahí como Anita la Huerfanita porque incluso había tomado tijeras y yo veía caer mechones color Icee de fresa.
Afortunadamente me dió la vuelta. Y ufff; los dos sentimos alivio. Ni parecía Anita la Huerfanita, ni teibolera ni el rojo era tan rojo ni yo me espanté. Pero eso si... me veo totalmente distinta. (Espero que tanto por dentro que como por fuera)
Así que ahora es el momento indicado para medir si las pelirrojas también se divierten.
Y tenía razón.... sólo un niño/niña de la zona rosa se atrevería a seguirme la corriente en un cambio tan radical.
Me encantó.... Pero si estuvo caríiiiisimo!!!
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