Abrir una vez más una página en blanco. Con las manos moradas por el frío. Con los dedos paralizados por las ideas. Con la cabeza dividida entre lo laboral y lo personal. Con la preocupación de mis cosas, de las de mi trabajo, de las de los demás.
De mis canas, de mis enojos, de las experiencias desagradables por primera vez vividas. De las reacciones pasmadas que aú me tienen enojada
De la impotencia....
De la incertidumbre....
Del aprendizaje forzoso....
De sonreír y seguir para llevar el día de manera placentera.
De personas desconocidas que resultan conocidas; de las conocidas que dejan de serlo. De las nuevas amistades.
Todo lo que está pero no quiere salir. Ese miedo, mis miedos. Tan certeros y absurdos. Y el tiempo. Imparable.
Y la cobardía. Y la necesidad de decidir. La exigencia propia de la vida misma de vivir, y no hacerlo de cualquier manera. Hacerlo de mejor manera.
De la mejor posible.
De la que recuerdo haber imaginado. O lo más parecido a lo que imaginé.
En algún momento. En cualquier momento..... Eso sí. Antes de eso.... tengo que ir a hacer compras al súper.
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